El prólogo es un texto que encierra una paradoja: resulta que es el último texto que escribe un autor (o
quien él elija) acerca de su obra, pero lo sitúa al frente de la misma. Ahí, su
autor justifica el haberla compuesto o muestra algunas circunstancias
importantes sobre la misma.
El prólogo siempre es un monólogo pero Cervantes, después de
haber invertido toda la estructura de las novelas de caballerías, no podía hacer un prólogo al uso, serio y sesudo, sino
que también, ya por costumbre, lo sometió a la ironía y el sarcasmo: lo
convirtió en un diálogo, en un
diálogo casual e íntimo con un amigo. Y fue así:
…Muchas veces tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé, por no saber
lo que escribiría; y estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la
oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría,
entró a deshora un amigo mío, gracioso y bien entendido, el cual, viéndome tan
imaginativo, me preguntó la causa, y, no encubriéndosela yo, le dije que
pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de don Quijote, y que me
tenía de suerte que ni quería hacerle, ni menos sacar a luz las hazañas de tan
noble caballero.
—Porque ¿cómo queréis vos que no me tenga confuso el qué dirá el antiguo
legislador que llaman vulgo cuando vea que, al cabo de tantos años como ha que
duermo en el silencio del olvido, salgo ahora, con todos mis años a cuestas,
con una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo,
pobre de concetos y falta de toda erudición y doctrina, sin acotaciones en las
márgenes y sin anotaciones en el fin del libro, como veo que están otros
libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de
Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los
leyentes y tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes?…
Oyendo lo cual mi amigo, dándose una palmada en la frente y disparando en
una carga de risa, me dijo:
—Por Dios, hermano, que agora me acabo de desengañar de un engaño en que he
estado todo el mucho tiempo que ha que os conozco, en el cual siempre os he
tenido por discreto y prudente en todas vuestras aciones...A la fe, esto no
nace de falta de habilidad, sino de sobra de pereza y penuria de discurso.
¿Queréis ver si es verdad lo que digo? Pues estadme atento y veréis cómo en un
abrir y cerrar de ojos confundo todas vuestras dificultades y remedio todas las
faltas que decís que os suspenden y acobardan para dejar de sacar a la luz del mundo
la historia de vuestro famoso don Quijote, luz y espejo de toda la caballería
andante…
Y es así
como su amigo le va diciendo todo lo que tiene que hacer y dejar de hacer para
rodear su libro de toda la periferia que se acostumbraba. Y sin querer hacerlo,
lo hace. A lo mejor quiso seguir los pasos de Lope de Vega, el monstruo de la
naturaleza, según Cervantes, cuando compuso su famoso poema que comienza “Un
soneto me manda hacer Violante…”. Y yo me pregunto: ¿quién se supone que es el
autor del prólogo, Cervantes o su amigo? ¡Qué raro!
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