El martes
de la semana pasada, en México, ha muerto
para siempre el escritor argentino Juan Gelman. No es la primera vez que muere:
ya murió antes cuando los militares argentinos se llevaron a su hijo y su
nuera, a los que no volvió a ver; también le arrebataron a su nieta, que pudo
recuperar después de 23 años.
Vagó por
Roma, Madrid, París, Nueva York y México, pero nunca olvidó el barrio de Villa
Crespo en Buenos Aires donde había empezado a escribir versos para conquistar a
una chica y donde se hizo seguidor del Atlanta, su equipo de fútbol.
Intentó
compensar una biografía trágica, con la búsqueda de la verdad y de la justicia:
“…solo así es posible el olvido verdadero”. Esto lo dijo cuando recibía el
premio Cervantes de 2007. Las palabras lo cobijaron y lo protegieron contra el
odio. Vivió la poesía como una forma de compasión. Y nos enseñó, aún desde la
tristeza y el dolor desesperado, que la vida es una celebración.
La vida
le dio tantas vueltas, que su poesía siempre está girada, vuelta del revés. Y
así encaró la muerte bárbara y la devolvió con palabras y con verdades nuevas:
"Te mataré con mi hijo en la mano,
y con el hijo de mi hijo
muertito,
voy a venir con diana y te mataré,
voy a venir con jote y te mataré,
te voy a matar, derrota,
nunca me faltará un rostro amado
para matarte otra vez".
y con el hijo de mi hijo
muertito,
voy a venir con diana y te mataré,
voy a venir con jote y te mataré,
te voy a matar, derrota,
nunca me faltará un rostro amado
para matarte otra vez".
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