El blog de la Biblioteca del IES Rodrigo Caro de Coria del Río

viernes, 8 de febrero de 2013

Y DE LEER, ¿QUÉ?: LA CIUDAD


En esta nueva entrega de sugerencias, dos libros que planean sobre la ciudad de Sevilla: El cuerno de Maltea del ya conocido autor José A. Ramírez Lozano (el de El tren de los aburridos) y La ciudad, del desconocido Manuel Chaves Nogales. Cada uno para edades diferentes: el primero para los más jóvenes y el segundo para los lectores ya iniciados.

El cuerno de Maltea está protagonizado por los inseparables Lulino y su cabra. La historia comienza cuando Lulino (y Maltea) se traslada/n desde el campo a la ciudad. Allí, en su nuevo prado, las azoteas, transcurrirán sus días, vivirán sus aventuras, tendrán que esquivar a Don Tito y mucho más, porque el relato rebosa de imaginación y también de ternura.

Ésta es su portada:

Y así inicia:
“Lulino tenía una cabra mocha que se llamaba Maltea. A Lulino Sánchez Caro, cuando le dijeron en el pueblo que tenía que vender la cabra, le dio un patatús del disgusto y tuvieron que llamar a don Higinio el médico.
-¡Que es mentira, Lulino! –le decían.
Y Lulino, con los ojos vueltos, venga a tragar saliva sin decir ni mu. 
-¡El anís! –reclamaba a voces su hermana Josefita-. ¡Trae acá un poquito de anís de ese de mora!...”



La Ciudad reúne una serie de ensayos, donde el periodista hace un recorrido por el alma sevillana: sus calles, sus barrios, su historia, la vida cotidiana, el cante hondo, los gitanos… nada queda fuera de esta crónica minuciosa, contada con un realismo comprometido y con un lenguaje delicioso. Así por ejemplo, no elude detenerse a enseñarnos la Sevilla de los menos favorecidos:


“De las cien ciudades que hay en cada recinto, ésta de los mendigos vagabundos, de los miserables que pasan, es una de las más interesantes.
La ciudad, que tan obstinadamente se preocupa del parecer de los extraños, la que se acicala y compone para sugestionar a los turistas, la que organiza fiestas y saraos, no quiere saber nada de esa otra ciudad de los trashumantes pobres, no se preocupa por el bien parecer a los que, en jornadas amarguísimas, van dejando sus almas en jalones por las dolorosas rutas. Hay, sin embargo, una ciudad desconocida para nosotros, que es la de los errantes, los caballeros de todas las miserias, que un día se acogen a nuestra aglutinación, para desligarse al otro y marchar hacia sus ignorados designios…”
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