El blog de la Biblioteca del IES Rodrigo Caro de Coria del Río

sábado, 30 de noviembre de 2019

Cine-club del Rodrigo Caro: El viaje de Chihiro (2002), de Hayao Miyazaki




Autor: Jaime Sanchiz, alumno del IES Rodrigo Caro entre 2012 y 2018


“Nada de lo que ya pasó es olvidado. Incluso si ya no lo recuerdas…”


Ciertamente esta frase tiene un valor muy especial para algunos, especialmente hablando de mi generación pues, esta película, resume perfectamente ese sentimiento nostálgico que puede vivir una persona en momentos determinados de la vida.


El viaje de Chihiro fue, aparte de la segunda película proyectada en nuestro cine-club del IES Rodrigo Caro, una experiencia para algunos entretenida y para otros, en los que me incluyo junto a mi compañero universitario Juanma que disfrutó de la película junto a mí, un “viaje” a un recuerdo. Un tributo a la infancia en sí misma, más aún recordando el juvenil público que nos acompañó en aquella sesión y que gozó de tal joya audiovisual del Estudio Ghibli.


Resumiendo la trama, podemos decir que esta nos cuenta la aventura de la pequeña Chihiro, una niña de apenas doce años que, por motivos mágicos e inexplicables, se ve envuelta en un mundo fantástico del que escapará junto a la ayuda del misterioso Haku. El entorno en el que se desarrolla la aventura de esta chica está lleno de referencias a la cultura y mitología japonesa, especialmente a esto último pues, los seres que habitan esta realidad en la que queda atrapada nuestra protagonista, son Yōkai (妖怪).
Los Yōkai vendrían a ser el equivalente a fantasmas o espectros de nuestra sociedad occidental, pero con la característica de que estos, más que representar almas en pena o espíritus de fallecidos, que también, suelen ser espíritus provenientes de animales, seres monstruosos, demonios o, incluso, objetos inanimados. Los yōkai, aunque de naturaleza agresiva, suelen evitar a los humanos, véase ahí el motivo por el cual Chihiro es repudiada en el hotel de yōkai dónde ha de trabajar para sobrevivir, además de que nos hace entender por qué este hotel de seres fantasmagóricos se encuentra situado en las ruinas de un parque de atracciones real. Además, también posee otras referencias culturales incluso a la mitología griega, véase, al final de la película, la similitud en la despedida de Haku y Chihiro con el mito de Eurídice y Orfeo.

Esta película ha tenido bastantes interpretaciones, una de las más conocidas y presumiblemente la más oscura, además de ser una de las interpretaciones que ni el propio Miyazaki, director de la película y fundador del estudio Ghibli, ha llegado a negar nunca, trata de ver la película como una crítica a la prostitución infantil, tema que aunque interesante, no me atreví a comentar en el típico coloquio posterior a la proyección que solemos hacer por el pueril público que nos acompañaba. Esta teoría se sostiene por algunos argumentos relativamente sólidos que, al no tener negación explícita de su director, se han ido consolidando en el público crítico del cine de animación. Tras la fachada infantil de la película, hay detalles que hacen creer a muchos espectadores que la casa de baños, es en realidad, un prostíbulo. Algunos de estos detalles son el nombre de la “villana” de la historia, “Yubaba” el cual, traducido al español, vendría a traducirse como señora mayor o “vieja” pero que en japonés, también se utiliza para designar a las “madame” de los prostíbulos o por ejemplo el motivo por el cual los padres “abandonan” a Chihiro a su suerte o, según esta teoría, venden a Chihiro, con tal de simplemente comer, motivo por el cual la pequeña Chihiro los percibe, en vez de cómo sus padres, como unos cerdos; o, y termino ya pues esta teoría no es especialmente de mi agrado, la razón por la cual el “sin cara” se obsesiona con Chihiro, pues es la chica nueva del local y pretende comprar con oro lo que metafóricamente sería su “virginidad”.

Sin embargo como digo, desde un punto más obvio, la película siempre ha sido considerada como una reflexión sobre el choque de dos Japón, un japón antiguo y conservador reacio a todo lo nuevo y, otro, mucho más actual y avanzado, representado por la pequeña Chihiro. Entrando ya más en mi opinión personal, que me tomo la libertad de expresar aquí, esta película representa más bien ese sentimiento de pérdida que he ido presentando desde el inicio de esta reseña. La película representa, valga la redundancia, un viaje. Un viaje que tiene, como origen, la juventud de una niña que no es capaz de asumir la realidad de tener que mudarse y cambiar de vida a un destino, la madurez. La película, aunque con un obvio enfoque infantil, realmente tiene un trasfondo no triste, sino más bien melancólico y sobre todo, una oda a la nostalgia adulta. La película a pesar de ser una “película para niños”, está llena de impotencia por parte del protagonista y resentimiento, y el que recuerde a Haku al final de su viaje, sinceramente me hace pensar que es el pensamiento intrusivo típico del adolescente promedio que recuerda su infancia en un momento determinado de su vida, aunque sinceramente, dejemosnos de sensiblería subjetiva.

Un punto muy importante de esta película es, además de la trama, su fotografía y la música, la cual, y empezando por esta última, absorbe al espectador completamente y le hace partícipe de la historia. Es una banda sonora gratamente sensible y delicada, la cual es suave en algunos momentos y, en otros, enfatiza el drama inherente de la trama. Por otra parte está la fotografía de la película y es que, tal y como comenté en el cinefórum, parece que Miyazaki pretendió que todo fotograma de este filme fuera una fotografía, pues cada escenario de la película es cuidado y llamativo a la vista, haciendo bella desde la escena del recuerdo de Chihiro en el río como espantosa la persecución del “sin cara”.

El viaje de Chihiro siempre ha sido tratada como un hito del cine de animación, pues además de haber sido galardonada con un Óscar a la mejor película de animación en 2002, ha pertenecido, como decía al principio de esta reseña, a toda una generación, además de ser un referente de la cultura actual y ser desde su primera proyección un modelo a seguir en el cine de animación. El estudio Ghibli siempre ha sido capaz de sorprendernos con todas sus películas como “El castillo ambulante” o “Mi vecino Totoro”, y sencillamente con solo ver una de estas películas, puede hacer que cualquier reluctante del cine de animación, cambie de opinión completamente.
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