El blog de la Biblioteca del IES Rodrigo Caro de Coria del Río

martes, 3 de julio de 2018

Cine-club del Rodrigo Caro: Sed de Mal (Touch of evil, 1958) de Orson Welles

Autor: Juan Gabriel Martínez               

 Llegó el final de curso, y con él la última proyección de esta edición de nuestro cine-club. Y para ello, no se nos ocurrió mejor idea que terminarlo a lo grande, con una obra maestra de uno de los genios de este arte, nada más y nada menos que Orson Welles.
      Tras iniciarse en el mundo de la interpretación en el teatro y en la radio (no podemos dejar de mencionar su adaptación radiofónica del clásico de la ciencia ficción La guerra de los mundos  el 30 de octubre de 1938, con la que sembró el pánico en su país durante su emisión), en 1941 inició una nueva senda en la dirección con la inolvidable Ciudadano Kane (“la película”  con mayúsculas según François Truffaut y otros directores), imprescindible para cualquier cinéfilo. No obstante, y pese a sus nueve candidaturas, Hollywood sólo le otorgó el óscar al mejor guión.
      
                Desde este su primer largo, ya vemos en Orson Welles las características fundamentales de su cine así como los temas que le obsesionarán: el poder, la culpa, la mentira, la corrupción, la justicia, la amistad, la muerte… Luego vendrán una larga serie de títulos como El cuarto mandamientoLa dama de Shanghai, Macbeth, El proceso, Campanadas a medianoche. Y simultáneamente, a veces como una forma de hacer posibles financieramente sus proyectos como director, sus trabajos como actor (no olvidemos que su escuela había sido el teatro) en El tercer hombre, Un hombre para la eternidad
                Pero centrémonos en Sed de mal, la película que hemos disfrutado en esta última sesión de nuestro cine-club.
Entre las características formales, cabe destacar el uso de los contraluces, los planos contrapicados de los personajes, los primeros ángulos casi deformantes de los rostros, los ángulos “aberrantes” de la cámara…, todo ello generando un tipo de cine expresionista en el que cada secuencia se ve resaltada por un ejercicio plástico y visual ininterrumpido; cada plano es una creación artística en medio de un ambiente oscuro (casi siempre nocturno) y opresor.
                De igual manera debemos señalar las acciones que suceden en un segundo plano, tanto o más reveladoras que lo que ocurre en el primer plano; por ello no podemos dejar de aguzar nuestros sentidos, porque todo en la imagen que ven nuestros ojos es información. Y por supuesto, no olvidaré ese primer plano-secuencia con el que se abre la película que para el que esto escribe fue la mayor lección de técnica cinematográfica que he recibido hasta le fecha y que me abrió los ojos para “leer” las películas de una forma que no había ni imaginado hasta el día que lo descubrí. Esta secuencia, en sí misma, constituye un relato completo que podría firmar el mejor autor de novela negra, sin que le falte ni uno solo de los ingredientes del género. Queda claro que considero ésta una de las mejores películas de la historia del cine, y por ello siempre que puedo la recomiendo a quien me quiera escuchar. Se trata, sin ninguna duda, de un mérito de Orson Welles, pero  que habría sido imposible sin la extraordinaria técnica de Russel Metty, responsable de la fotografía.


                En cuanto al argumento y los temas tratados, darían para varias sesudas elaboraciones teóricas sobre cada uno de ellos. El propio Orson Welles escribió el guión a partir de una novela de Whit Masterson (pseudónimo de los escritores Robert Wadey y Bill Miller). Una investigación policial sobre un doble asesinato en una ciudad fronteriza entre México y Estados Unidos, nos permite ver  evolucionar a un amplio espectro de personajes, cada uno con sus luces y sus sombras (como la técnica cinematográfica indisociable del contenido del film). La trama se complica ya que, aun habiéndose producido el acto criminal (una explosión en un coche) en la parte americana de la ciudad, la bomba había sido puesta en la parte mexicana, lo que da lugar a un duelo legal entre un funcionario anti narcóticos mexicano, Miguel Vargas (Charlton Heston) casado con una americana, Susan Vargas (Janet Leigh) y un policía americano, el capitán Hank Quinlan (Orson Welles), de gran reputación entre sus colegas por su historial, pero de métodos dudosos, si no directamente poco éticos. He ahí resumidos todos los mimbres con los que confeccionar un drama que se va a resolver en menos de 48 horas. La búsqueda del culpable queda desplazada a un segundo plano, pues, una vez decidido quién lo es por el prestigioso policía según su dilatada experiencia y conocimiento de la condición humana, sólo hay que “encontrar” por un lado las pruebas que lo certifiquen y obtener la confesión del presunto asesino. Sólo queda un obstáculo que vencer:  las reticencias y objeciones tanto morales como procedimentales del funcionario mexicano, ciudadano sin mancha al que habrá que” fabricar” un asunto turbio que lo desautorice y lo haga desistir de sus objeciones, Y para ello, la policía no dudará en aliarse con el hampa mexicana del crimen que tiene cuentas pendientes con Miguel Vargas.
Unos poderosos diálogos, llenos de reflexiones sobre la justicia y la forma de conseguirla (¿se puede hacer justicia por métodos poco justos? ¿se puede esclarecer la verdad falseando la realidad?), sobre las debilidades del ser humano, sobre la naturaleza desconocida de las personas y sus miedos, nos hacen estar pendientes de cada minuto de esa lucha de titanes. Es sorprendente la actualidad que todos estos temas tienen un nuestro mundo actual y en nuestra realidad política cotidiana: la coordinación policial entre países, tanto para regular el tránsito de personas como para investigar los casos que se producen en unas fronteras cada vez más permeables por mucho que haya quien quiera poner puertas (o vallas) al campo… o al mar.
                Pero la película también nos invita a penetrar en las (otras más) zonas oscuras del alma humana: por qué hemos llegado a ser quienes somos, qué servidumbres nos impone la amistad y el respeto que sentimos por las personas que admiramos y que han sido nuestros ídolos, cómo nos dejamos seducir-engañar por unas ideas preconcebidas sin atrevernos a salirnos de unos valores en los que nos sentimos cómodos y seguros…
                Para completar ese tenebroso cuadro, debemos señalar la importancia de unos poderosos secundarios, especialmente el sargento Pete Menzies (Joseph Calleia), en el que el dilema entre amistad leal/búsqueda de la verdad cobra su mayor dimensión; o el Tío Joe Grandi (Akim Tamiroff), obsesionado por vengar a su hermano encarcelado por culpa de Vargas; y, cómo no, la presencia misteriosa, a modo de oráculo, de una Marlene Dietrich en el crepúsculo de su carrera cinematográfica, pero a la que aún le queda esa mirada misteriosa y desafiante, que desarma al interlocutor y al espectador con esa extraña mezcla de frialdad y ternura.  Entre los escasos personajes femeninos de esta película, también encontramos a Zsa Zsa Gabor (propietaria de un club de strip-tease) y a Joanna Cook Moore (Marcia Linnekar), pero sólo el de Marlene Dietrich cobra algo de protagonismo, siendo el de Janet Leigh un personaje débil, melifluo, más bien un contrapeso, un punto débil del personaje de su marido.
                Tal vez sea ésta una de las debilidades de nuestro cine-club, a la que no es ajena la presencia masiva de representantes del género masculino entre sus habituales. De forma inconsciente nos hemos inclinado hacia títulos clásicos donde las figuras más destacables eran masculinas, a lo que no eran ajenos los géneros abordados; westerns, cine negro,… La perspectiva con la que se abordaban los temas era siempre masculina, incluso en la ciencia ficción de Blade Runner o el erotismo de Peppermint Frappé. Por eso estamos doblemente satisfechos de la asistencia a nuestras últimas proyecciones donde, además de un número mayor de espectadores, hemos contado con las primeras féminas entre ellos.
                Creemos que esto no ha hecho más que empezar y queremos seguir mejorando el próximo curso. Por ello ya estamos pensando en los títulos que compondrán el programa de la próxima temporada. Nuestro objetivo es crecer con vuestra ayuda y atraeros a este placer compartido que es el buen cine,  con el que compartir un momento de conversación amistosa y, ¿por qué no?, profunda, en la que todos aprendemos. Por eso os esperamos a TODOS y TODAS en septiembre. Muchas gracias y buenas vacaciones.
                ¡VIVA EL CINE!
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